PARA QUE DIOS NO ME ABANDONE NUNCA MÁS

Para que Dios no me abandone nunca más es la NO historia de los NO amores del gordo Rubén. ¡Pobre Rubén! ¡Sí la vida fuera otra cosa! Pero no, al gordo le tocó una suerte de mierda en un mundo de mierda, todo culpa del maldito siete que determinó todo lo importante que NO le pasó en la vida.
Y es que el gordo sólo quiere amar sin prevenciones a Camila, Camila por su parte sólo quiere ser afamada y amar sin prevenciones a Silverio, mientras Silverio sólo quiere vivir sin prevenciones y amar a Juliana. ¡He ahí la vida! Siempre se ama a quien no se debe amar, siempre se vive donde no se puede vivir, las cosas son como son y no como deberían ser.
Para que Dios no me abandone nunca más una muestra del realismo de lo absurdo, todo lo que ocurre es lo inesperado, lo que ordenan las situaciones, no lo que ordena la razón.
Por otra parte está la historia del amor que siente el narrador de la novela por Valentina; ella es Dios y este es su exorcismo, su única forma de recibir el perdón, el perdón de tomar decisiones contrarias a lo que quería en vida. El escritor es un huérfano millonario que sólo quiere malgastar sus días en libros y en palabras, donde el dinero sólo interesa para no tener que vivir en una sociedad en la cual no quiere vivir: el es el vicio de los extremos. Sólo Valentina, su Dios, puede redimirlo de la culpa de existir.
El cuenta la historia de Rubén para sentir que no es el único que sufre, que no es el único a la que la vida le ha jugado malas pasadas, que hay gente que en verdad no desea vivir y se aferra a la vida para luchar por ella.
Para Rubén la única salida es que Camila lo ame, para el narrador que Valentina ame su sarcasmo y su tono irónico que plaga cada una de las 472 páginas de este libro.